miércoles, 5 de diciembre de 2007

Carta Pastoral del Obispo. Adviento 2007. "Alegres en la esperanza"

Mis queridos diocesanos:
Nos encontramos de nuevo al principio del Año Litúrgico, con el inicio del tiempo de Adviento. Otra vez oímos la llamada que resume la predicación de Jesús: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Noticia (Mc 1,15). Se nos llama al arrepentimiento y a la conversión porque este mundo descalificado por Dios está para pasar, germina ya en lo oculto el reinado de Dios, despunta el día y llega Dios, que todo lo hace nuevo (cf. Ap 21,5), con la alegría de la esperanza.
En este tiempo de Adviento la Iglesia nos llama a la vigilancia, a la espera y a la conversión. Si Dios viene al encuentro del hombre y entra en comunión de vida con Él, el hombre tiene que cambiar forzosamente.
1. Marana tha, Ven, Señor
El Adviento nos viene a recordar que, en efecto, es el Señor el que llega, el que viene a nosotros. Nosotros nos limitamos a acogerle, a recibirle. No podemos reemplazar la iniciativa de la acción divina.
El Adviento, tiempo de deseo, es también tiempo de esperanza. ¡Y qué necesitados estamos de esperanza en un mundo en el que habita el desencanto en muchos corazones!
La Iglesia, la Esposa impulsada por el Espíritu, repetirá hasta el final de los tiempos su Marana tha, su Ven, Señor. Nosotros en este Adviento de 2007 debemos unirnos a este grito de la Iglesia. El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven! El que lo oiga que repita: ¡Ven! (Ap 22, 17).
2. Dios ha elegido hacerse esperar
Dios ha elegido hacerse esperar, todo el tiempo que dura un adviento. A mi no me gusta esperar en la fila. No me gusta esperar mi turno. No me gusta esperar el tren. No me gusta esperar para juzgar. No me gusta esperar el momento oportuno. No me gusta esperar porque vivo sólo el instante. Por otra parte, bien lo sabes, todo está dispuesto para que no tenga que esperar: los abonos a los medios de transporte y los autoservicios, las rentas de crédito y los distribuidores automáticos, las fotografías de revelado instantáneo, los fax y los terminales de ordenador, la televisión y los informativos radiofónicos... No necesito esperar las noticias: ellas se me adelantan. Pero tú, Dios, has elegido hacerte esperar, todo el tiempo que dura un adviento. Porque has hecho de la espera, el espacio de la conversión, el cara a cara con lo que está oculto. En la espera ya te das y para tí, Dios, esperar se conjuga con orar (cf. J. Debruynnel).
3. Aprender a esperar
En estas cuatro semanas de adviento, esta espera del Señor que viene se hace misteriosa. El adviento es el tiempo que se nos da para que aprendamos a vivir esperando, para que no pretendamos obtener enseguida lo que queremos, aunque se trate de Dios y de la visión de su rostro. Una señal de lo que ha decaído la verdad y la fuerza de la fe cristiana entre nosotros es sin duda esta: muchos ya ni aguardan, ni mucho menos, anhelan la venida de Jesús, el Señor, que nos trae un cielo nuevo y una tierra nueva (cf. Ap 21 ,1).
4. Feliz esperanza
Nosotros los cristianos aguardamos de esta gloriosa manifestación del Señor nuestra total liberación. A esta esperanza la Biblia la califica de feliz. A pesar de todas la tempestades con la que nos zarandea la vida presente, esta feliz esperanza es el ancla en la que nos mantenemos firme.
Precisamente en nuestros tiempos de extrema indiferencia y oscuridad crecen y se avivan nuestra espera y nuestra esperanza. Vivimos en una civilización de muerte: el aborto, los grandes negocios con las drogas y el tráfico de armas, son entre otros, síntomas inequívocos de esta voluntad de muerte. Se ha perdido el sentido de la verdad: el poder político y económico seduce, engaña y confunde para conseguir sus fines.
Justamente en medio de este desplome humano tan profundo y extendido crece y se oirá nuestra espera y esperanza en el Señor que, sin duda, ha de venir y viene. Los últimos desengaños prueban que sólo Dios salva, sólo Dios puede liberar al hombre del odio, de la injusticia, de la angustia y de la muerte definitiva.
5. El Señor Dios viene
Es esperanza lo que más necesita el hombre y la mujer de nuestro tiempo. No se puede vivir sin razones para esperar. Hoy existen muchas personas para quienes ha muerto la esperanza. Ya no aguardan esperanzados a nada, ni a nadie.
En estos tiempos faltos de esperanza resuena la voz del profeta: Decid a los pusilánimes de corazón: el Señor Dios viene a salvarnos (Isaías). Este es el mensaje que mantiene tenso el espíritu de los creyentes hacia el futuro desde donde aguardan la liberación total de Dios. Del misterio del amor de Dios, el Apocalipsis, el último libro de la Biblia, nos dice: el que era, el que es y el que viene (Ap 4, 8). Dios está ya con nosotros, pero aún está por venir. Aún aguardamos su presencia inequívoca y su salvación total.
6. Abiertos a la esperanza
El mensaje de esperanza del profeta se dirige en este tiempo de Adviento a todos, pero desde aquí particularmente a quienes no comparten nuestra fe. Este mensaje alcanzaría toda su verdad y fuerza si quien lo oye y no comporta nuestra fe escuchara a través de él a Dios mismo, que le viene a su encuentro con su salvación. Pero este encuentro sólo Dios puede lograrlo, el hombre puede disponerse por el silencio y la súplica a que el Dios vivo le abra a la esperanza.
Os deseo que viváis intensamente y con profundidad este tiempo litúrgico de Adviento, que nos prepara magníficamente a la celebración de una de las fiestas cristianas más importante: la Navidad. Que este Adviento de 2007 reanime nuestra esperanza cristiana.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,

+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 10 de noviembre de 2007.